María Rosa entró en el consultorio con la actitud de las mujeres golpeadas. Un gesto de dolor en los labios, la piel pálida, la cara tensa, ojerosa, mal arreglada ... Vestida con un abrigo negro largo, excesivamente caluroso para la temperatura del día, y una cartera agarrada con las dos manos a la altura de su ombligo.

Se sentó y después de un largo silencio me contó que venía a verme, pero no por ella sino por su hijo, llamémosle Ignacio. Ella tenía 48 años, se había separado de su marido hacía 12 y había criado "sola" a sus dos hijos desde que Ignacio tenía 6 y su hermana menor 3.

Había tenido que ser "padre y madre", según sus palabras, porque su ex-marido era (y según ella confirmó después seguía siendo) "un inútil".

Ignacio era un adolescente problemático. Siempre había sido un chico difícil, pero desde la separación ("que él nunca superó", según su madre) todo había ido empeorandoLa mujer lo atribuía a la falta de padre, porque su "ex" (como ella lo llamaba) nunca había aportado el dinero que ella necesitaba, porque "ésa que tiene" (su nueva pareja) lo quiere para ella sola y lo apartó de los chicos, y entonces ella (María Rosa) en venganza no le permitió ver a sus hijos, y a él le vino bien porque tampoco insistió demasiado, y ahora que ella...

Costó conseguir que María Rosa volviera a referirse al problema del joven, supuestamente el motivo de consulta. Con Ignacio "no se podía hablar" dijo. Era agresivo, se encerraba en su cuarto todo el día o huía a la calle para juntarse con sus amigos. Insultaba y maltrataba a las dos mujeres de la casa y había abandonado sus estudios hacía cuatro meses.

El motivo puntual de la consulta fue que una semana atrás, cuando la madre intentó prohibirle que saliera de la casa diciéndole "Ignacio, tenemos que hablar", el joven le dio un empellón y se fue de todos modos.

Para no llegar tarde: RESPONSABILIZARSE Y PREVENIR

Después de terminar el previsible relato, la madre me preguntó a mí: "¿ Y ahora qué hago, doctor?"

Y confieso que mi primera respuesta si tuviera que darla de inmediato sería: "¿Ahora? Ahora es tarde, señora. Aunque sea, habría que haber preguntado antes..."

Es doloroso decirlo, pero en las relaciones entre padres e hijos no siempre se está a tiempo.

Por eso si hay que hacer algo al respecto es actuar en prevención. Hace falta tomar conciencia de la necesidad de establecer y cuidar ese vínculo desde el principio porque, sin lugar a dudas, es de cara al futuro de nuestros hijos, nuestro legado más importante.

Un individuo adulto que no haya podido resolver sus problemas de comunicación con sus padres está poco menos que condenado a vivir una vida donde todo le será difícil: encontrar trabajo, sostener una pareja, integrarse socialmente y ni que hablar de ser padre a su vez.

Empiezo por establecer aunque a algunos les parezca injusto que la responsabilidad en la comunicación entre padres e hijos (por lo menos hasta la madurez de éstos y la ancianidad ele aquéllos) recae totalmente sobre los padres.

En una escena increíblemente fuerte de la película Gladiador; el hijo del César va a ver a su padre. Lleva un puñal escondido para asesinarlo.

El conflictivo hijo le dice al padre: "Perdóname por no ser como tú soñaste, padre".

Y el César le contesta, casi sabiendo lo que sigue: "No te disculpes conmigo, perdóname tú a mí... Todos tus errores como hijo son el resultado de mis errores como padre".

Somos los padres los que debemos estar alerta, prevenir los problemas, detectar los fallos y hacer todo lo posible por corregirlos de inmediato.

¿Cómo se hace para ser un buen emisor? ¿Cómo ayudar a nuestros hijos a ser receptores de nuestro mensaje? ¿Cómo encontrar un canal abierto siempre por donde lo dicho pueda ser codificado y decodificado con exactitud? ¿Cómo abrir nuestros oídos para escuchar lo que ellos, nuestros hijos, nos dicen o nos devuelven ele lo que hemos transmitido?

Quizás el primer paso sea el más importante. Y éste es empezar a cuidar el diálogo desde el primer día, quizás desde antes aún del nacimiento.

Porque ya entonces la comunicación existe, aunque no haya simbolización en palabras, aunque no haya un feedback registrable, aunque los medios resulten peculiares.

Ellos lo entienden todo

Nuestra comunicación con nuestros hijos debe ser continua, honesta, valiente, no manipuladora.

Un vínculo de dos, que no son amigos ni tienen por qué serlo (porque la amistad es un vínculo entre pares que cada uno elige, y esta relación no cumple con ninguno de los requisitos) y que tienen tareas disímiles aunque absolutamente complementarias.

Un tesoro que hay que cuidar, sabiendo que eso implica no dejar pasar las cosas; "para no enoja a los chicos", ni "para no ponerme nervioso", ni "porque qué va a decir la gente", ni "por temor a enemistarlos con nosotros".

La puesta de límites es un acto amoroso, cuando se hace por amor.

Nuestros hijos pueden entenderlo todo. Graneles o chicos: si está dicho en un lenguaje coherente con su edad, puede ser entendido.

Es posible que no puedan acusar el impacto total de la recepción del mensaje, pero si miramos a lo largo del tiempo, confirmaremos que sus pequefias cabecitas incorporaron toda la información recibida.

Esto incluye desacralizar algunas palabras y dejar de censurar otras. Implica terminar para siempre con los temas de los cuales no se habla, o la censura a la pregunta de los hijos respecto a temas relacionados con el sexo, con el dinero, con la muerte o con la realización personal.

Una comunicación que se busca y se encuentra. Un papá o una mamá que una tarde, y porque sí, sale a tomar una merienda, o a pasear por el parque, o simplemente a charlar con su hija o hijo.

Un encuentro que se puede y muchas veces se debe pactar con anticipación dándole la importancia que tiene. Tanto yo como mis hijos tenemos nuestras ocupaciones, no es una buena idea hacerlo solamente cuando no hay nada mejor que hacer aunque esto no excluya tener el oído siempre dispuesto.

Encuentre los espacios y tiempos relajados, flojos y espontáneos, aunque aislados de la contaminación de otras relaciones y las interrupciones del afuera. Prefiero los encuentros de a dos que los de toda la familia (éstos son importantes, pero sirven para otras cosas).

Anímese las primeras veces a no llenar de actividades cada momento a solas con su hija o con su hijo para que no se aburran.

Las bases para una buena comunicación entre padres e hijos

Ningún esquema puede reemplazar a la intuición de dos padres amorosos, interesados por su familia y por los vínculos entre sus miembros.

Sin embargo quiero pedir permiso para intentar aunque sea sistematizar lo que todos hemos aprendido por experiencia en alguno de los dos extremos de esta cuerda, en forma de algunos consejos prácticos.

  1. Empieza temprano, no dejes pasar las oportunidades.
  2. Busca o crea el momento, se tú quien inicie la conversación.
  3. Encuentra o construye un ambiente atractivo y privado para el diálogo.
  4. Escucha a tu hlja o hijo. No censures opiniones, temas, ni planteamientos. No descalifiques.
  5. Comunica tus propios valores. Sé honesto/a.
  6. Confirma que el amor subyacente no está amenazado por el desacuerdo.
  7. Sé paciente. Vuelve a intentarlo una y otra vez

Recuerde que el vínculo que tuvo con sus padres no tiene por qué ser forzosamente la matriz sobre la cual forjar el que construye con sus hijos, ni tratando de reproducirlo, ni tratando de hacer todo lo contrario. Ambas actitudes inducen al error.

Dice el Dalai Lama: "Cuando la tormenta arrecia el árbol se afirma en sus raíces. Y así consigue aferrarse a la tierra y no ser destruido. Pero las raíces deben ser profundas y firmes desde mucho antes de la llegada del vendaval. De nada sirve si el árbol se esfuerza en hacer crecer sus raíces cuando se ve el cielo oscuro en el horizonte».

Los canales de comunicación con nuestro hijo y con nuestra hija deben estar permeables y seguros desde mucho antes de que la tormenta de alguna dificultad amenace nuestro cielo y el de ellos.

Podemos construir si nos lo proponemos un vínculo tan atractivo para ambos que consiga arrancar de boca de nuestros hijos (y de la propia) la frase imposible, la increíble frase mágica: "Apaga el televisor, así charlamos".

CARTA DE UN HIJO A UN PADRE

Hola, te escribo a ti gracias a quien soy. Hay unas 15 cosas que quiero pedirte para ayudar a que nos encontremos. Hice una lista escrita para poder ponerme en claro. ¿Vale?

  1. No me compares con nadie, especialmente con mi hermano o hermana. Si me pones en mejor lugar que los demás, alguien va a sufrir; y si me haces peor que ellos, seré yo quien sufra.
  2. No me des sin medida todo lo que pido, ni te sientas culpable cuando me dices que no. A veces pido para saber hasta cuánto es razonable tomar y tus "no" me ayudan a apreciar tus "sí".
  3. No me grites. Te respeto menos cuando lo haces; ademas si lo haces me enseñas a gritar también y yo no quiero perder el respeto por ninguno de los dos.
  4. No estés siempre dando órdenes. Si en vez de ordenarlas, me pidieras las cosas, yo las haría más rápido y con más gusto.
  5. Cumple las promesas que hagas, buenas o malas. Si me prometes un premio, dámelo; si es un castigo, sostenlo.
  6. No digas mentiras delante de mí, ni me pidas que las diga por ti, ni siquiera para sacarte de un apuro. Me hace sentir mal y perder la fe en lo que dices.
  7. No cambies de opinión tan a menudo sobre lo que debo hacer. Decídete y mantén tu decisión, porque de lo contrario viviré siempre pendiente de tu próximo cambio de idea.
  8. Déjame valerme por mí mismo. Si lo haces todo por mí, nunca podré aprender. Por si lo olvidaste, solo se aprende de los errores.
  9. Cuando estés equivocado en algo, admítelo. Crecerá la opinión que yo tengo de ti y de paso me enseñarás a admitir también mis equivocaciones.
  10. No me exijas que te diga por qué lo hice, cuando hago algo que no está bien. A veces ni yo mismo lo sé.
  11. Enséñame a amar y a darme la oportunidad de conocer a los otros. No importa si la vida me lo va a enseñar de todos modos; nada vale si no veo que tú eres capaz de amar y de vivir en contacto con el prójimo.
  12. No me digas que haga una cosa si tú no la haces. Yo aprendo siempre de lo que haces, pero me cuesta hacer lo que dices sí no tiene coherencia con cómo actúas.
  13. No me digas "No tengo tiempo para tonterías" cuando te cuente un problema. No le restes importancia a lo que me pasa. Trata de comprenderme y ayúdame.
  14. Por favor, insiste cada vez que intentes acercarte y yo te rechace. A mi edad no siempre se está en condiciones de abrir el corazón ni aun a los que más nos importan.
  15. Y sobre todo, si es cierto que me quieres, dímelo de vez en cuando. A mí me gusta oírlo de tu boca, aunque tú no lo creas necesario, aunque yo nunca te lo diga; porque por supuesto yo te amo con todo mi corazón.